Un año más como manda la
tradición una gran multitud de devotos subió a San Vicente para cumplir con el
santo y bendecir las roscas, para que al comerlas y/o colocar la cinta
en la que se meten, alrededor de nuestro cuello, San Blas nos
proteja contra todo tipo de males de garganta.
Este año el santo congregó
a mucha gente, ya que el día acompañó y además en el templo se
inauguró la nueva vidriera, la rampa que tanta demandaban las
personas con problemas de movilidad, el pavimento nuevo de granito
así como un retablo central lustroso y hermoso.
También estrenó el
nuevo párroco "Rafael Mella"que
sustituye al anterior Cesar Carnero, que este año a pesar de lo
mucho que le gustaba esta fiesta en honor a San Blas, no estuvo en
la celebración. El nuevo párroco viene de A Pobra do Brollón y
anteriormente estuvo impartiendo clases en el seminario de Lugo.
Estuvieron ausentes los
que otros años llenaban el templo (los estudiantes) que apenas
había, lo que si vinieron fue alumnos de los Escolapios, de la
Fundación Torre de Lemos y de Infanta Elena. Los más pequeños
estuvieron en toda la ceremonia sumamente tranquilos, algo impropio
para su edad (felicitaciones a sus profesores que con sus alumnos
fueron a celebrar un acto muy arraigado en las gentes de la comarca
y que mejor día que hoy para dar una caminata y enseñarles la zona
monumental de San Vicente).
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Historia de San Blas
Blas significa: "arma de la
divinidad".(año 316)
San Blas fue obispo de
Sebaste, Armenia (al sur de Rusia).
Al principio ejercía la
medicina, y aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad
de excelente médico, para hablarles a sus pacientes en favor de
Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos adeptos
para el cristianismo.
Al conocer su gran santidad,
el pueblo lo eligió obispo.
Cuando estalló la
persecución de Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una
cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los cristianos
perseguidos y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a
ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en las cárceles,
y a llevarles la Sagrada Eucaristía.
Cuenta la tradición que a la
cueva donde estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o
enfermas y él las curaba. Y que estos animales venían en gran
cantidad a visitarlo cariñosamente. Pero un día él vio que por la
cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno y entonces espantó
a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de la
cacería.
Entonces los cazadores, en
venganza, se lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una
verdadera apoteosis, o paseo triunfal, pues todas las gentes, aun
las que no pertenecían a nuestra religión, salieron a aclamarlo como
un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de todos.
El gobernador le ofreció
muchos regalos y ventajas temporales si dejaba la religión de
Jesucristo y si se pasaba a la religión pagana, pero San Blas
proclamó que él sería amigo de Jesús y de su santa religión hasta el
último momento de su vida.
Entonces fue apaleado
brutalmente y le desgarraron con garfios su espalda. Pero durante
todo este feroz martirio, el santo no profirió ni una sola queja. El
rezaba por sus verdugos y para que todos los cristianos perseveraran
en la fe.
El gobernador, al ver que el
santo no dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran
la cabeza. Y cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba
bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena
de admiración y su bendición obtenía la curación de muchos.
Pero hubo una curación que
entusiasmó mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito
agonizando porque se le había atravesado una espina de pescado en la
garganta. Corrió hacia un sitio por donde debía pasar el santo. Se
arrodilló y le presentó al enfermito que se ahogaba. San Blas le
colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él.
Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud.
El pueblo lo aclamó entusiasmado.
Le cortaron la cabeza (era
el año 316). Y después de su muerte empezó a obtener muchos milagros
de Dios en favor de los que le rezaban. Se hizo tan popular que en
sólo Italia llegó a tener 35 templos dedicados a él. Su país,
Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su martirio.
En la Edad Antigua era
invocado como Patrono de los cazadores, y las gentes le tenían gran
fe como eficaz protector contra las enfermedades de la garganta. El
3 de febrero bendecían dos velas en honor de San Blas y las
colocaban en la garganta de las personas diciendo: "Por intercesión
de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Cuando los
niños se enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas
bendito, que se ahoga el angelito".
Receta para hacer las
roscas de San Blas
Ingredientes:
Huevos frescos: 350 grs. (7 unidades)
Azúcar: 15 grs. (una cuchara sopera)
Aceite: 125 grs.
Anís: 15 grs. (dos cucharas soperas)
Harina: 500 grs.
Preparación:
Mezclar en un bol, los huevos, el azúcar, el anís y el aceite.
Agitar hasta que esté bien homogeneizado. Incorporar la harina y
amasar hasta conseguir un textura correosas. Tomar porciones del
tamaño de una nuez y, sobre la mesa ligeramente untada de aceite,
formar tiras que uniremos por los extremos formando las rosquillas.
Colocar sobre una chapa de horno y cocer a 250ºC aproximadamente.
Ingredientes para el
blanquete
Claras de huevo: 4 unidades
Azúcar a 109ºC: 1 kilo (punto hebra fuerte)
Preparación
Batir las claras e ir incorporando el azúcar en su punto, poco a
poco y sin dejar de batir, hasta que se forme el merengue.
Terminación
Una vez cocidas y frías, las bañaremos primero por un lado y las
meteremos en el horno para que se sequen y cuando estén frías se
bañan por el otro lado y se vuelven a meter en el horno.
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