LA SEDERÍA EN MONFORTE
La eclosión de la seda en Monforte
Crónica histórica | Los mecenazgos del séptimo conde de
Lemos
Pedro Fernández de Castro impulsó una verdadera industria
local al atraer a la villa a maestros procedentes de otras
latitudes mediante ventajosas condiciones económicas
(Manuela Sáez | La Voz de Galicia - Monforte)
El gusano de la seda
En este año se cumple el cuarto centenario de la publicación
de El Quijote, y en muchos lugares de España se está
festejando este hecho relevante. Los Amigos del Patrimonio
de Terra de Lemos estamos trabajando para participar en esta
conmemoración con actos culturales que tengan lugar en
nuestra ciudad, toda vez que Cervantes dedicó a don Pedro
Fernández de Castro, séptimo conde de Lemos, el segundo tomo
de la «novela por excelencia». Este ilustre noble, no fue
solamente un mecenas de escritores de la época, además fue
un personaje comprometido con el desarrollo deactividades
industriales encaminadas a beneficiar a sus vasallos
monfortinos como se pone de manifiesto por su interés en
promocionar la industria sedera en la zona.
La manufactura de la seda ha sido muy valorada desde la antigüedad por ser un tejido muy resistente y por tener especial aptitud para el teñido, además de ser un artículo muy bello. Los primeros que conocieron la técnica de su elaboración fueron los chinos. En España se introdujo a través de los musulmanes, y en su fabricación siempre destacó la ciudad de Murcia, entre otras, desarrollando esta actividad durante siglos. La materia prima empleada en la fabricación de este textil es un filamento que segregan los gusanos de la morera. Una vez conseguida la fibra se procede al delicado proceso del teñido que se realizaba cuando ésta ya se encontraba enmadejada. Se sumergían las madejas en unos recipientes donde se había disuelto una substancia que servía para fijar los colores (alumbre, sales potásicas, etc.). Los colores básicos eran el rojo, el amarillo y el azul. El rojo se obtenía de la cochinilla mejicana (después del descubrimiento de América) y de las encinas; el amarillo del azafrán, del agracejo y de la gualda; el azul se obtiene del añil. El teñido era un proceso muy importante porque de la utilización de los materiales apropiados dependía la calidad de la seda. La producción española tuvo su auge a fines del siglo XV y principios del XVI. Durante el reinado de Felipe III decayó por las medidas poco afortunadas de expulsar a los moriscos, que eran los que se dedicaban, en gran medida, a su manufactura. (Cristina Partearroyo, «Textiles», Historia de las Artes Aplicadas e Industriales en España , Madrid, 1987). En una carta que el conde dirige desde Madrid a Pedro de Valcárcel, su contador en Monforte, el 4 de enero de 1618, le manifiesta un ambicioso proyecto destinado a promover y a impulsar, en esta tierra, la manufactura textil sedera. Dice textualmente en su misiva: « ... pues del ha de resultar tan gran Beneficio a todos los della y que no se pierda tiempo sin que se empiece desde Luego y assi combiene que en recibiendo esta pongays en execucion todo lo que os escribe Diego de Losada en la carta que aqui se os embia adereçándo y cultivando la tierra en la forma que en ella se os advierte ...». El conde le comunica que tiene especial empeño en que la empresa tenga éxito y, para ello, debe poner mucho interés en su cumplimiento. Artesanos de Murcia En otra carta escrita el 10 de marzo, le dice que para llevar a efecto esta empresa había contratado los servicios del especialista murciano Pedro Soler y de su hijo, para plantar moreras en la comarca de Monforte y para enseñar el oficio de fabricar seda a sus vasallos. Concertó con ellos el sueldo anual de 1.540 reales y 24 fanegas de trigo que se distribuirían en doce mensualidades, entregándole un mes anticipado a su llegada, y les buscaría casa donde vivir. Por otra parte, le encomienda se encargue de hacerles la vida confortable para que se fuesen acostumbrando «a la tierra pues por ser tan forasteros sera necesario mirar mucho por ellos». Les acompañará a reconocer los terrenos de la zona con el fin de elegir los más idóneos para plantar los árboles, les proveerá de todas las herramientas que solicitasen y «las demas cosas que fueren necesarias para la cultura destos Arboles». Puso especial hincapié en «procurar que algunas personas de entendimiento y caudal vayan aprendiendo destos hombres esta profesion pues ansi se conseguira mas enteramente el fin que se pretende de introducir este trato no solo en la tierra sino tambien en los vezinos dell». Pide se le informe de la cantidad de moreras que se podrían plantar en la comarca de Monforte. Un negocio muy rentable
La industria sedera era un negocio muy rentable. La
producción, destinada a las clases privilegiadas por
el elevado precio del artículo, estaba asegurada. El
conde de Lemos, consciente de la importancia que la
elaboración de la seda y el proceso de teñido
tenían, decidió impulsar esta industria en Monforte.
Firmó un contrato el 20 de octubre de 1621 con el
maestro madrileño Lorenzo Pérez, para que se
trasladara con su mujer y familia a esta villa donde
permanecería diez años para continuar y aumentar el
obraje y teñido de este textil.
El maestro traería, por su cuenta, los aderezos para ser utilizados en el torcido y pigmentos para teñir la seda. Le acompañarían especialistas que realizarían ambos procesos con el fin de continuar y llevar adelante la fábrica sin interrupción; al menos, serían un torcedor y un tintorero que permanecerían en la villa los diez años del contrato y, en caso de ausencia, serían reemplazados por otros. Tomarían de aprendices a los «naturales de la dicha tierra de Lemos los que a su excelencia paresciere y fuere serbidos y los enseñara y tendra a su quenta asta que entiendan y sepan bien el dicho oficio y arte». Por otro lado, se favorecía al dicho maestro con exención de impuestos, pues durante los cinco primeros años «no se le pidira ni pagara ninguna alcabala de todo lo que negociare y tratare quanto a la dicha fabrica de seda». El conde le entregaría cuatro mil ducados de a once reales; dos mil a la firma del contrato y los otros dos mil, el año siguiente, además de doscientos ducados para ayuda de los gastos del traslado de su familia desde Madrid. El ingente monto destinado a este proyecto nos da una idea de la envergadura de la empresa. El maestro devolvería en el plazo de ocho años el importe en ocho anualidades, más el cinco por ciento de interés. Para poder llevar a cabo esta ambiciosa empresa, Lorenzo Pérez se asoció con Antonio Fernández, mercader vecino de la villa, y ambos se obligaron al cumplimiento del contrato. Suponemos que esta empresa tendría buen fin, aunque desconocemos el tiempo que Lorenzo permaneció en Monforte. El gremio se asentó en la parte estrecha de la actual calle del Cardenal, donde dejó herencia
Unos años más tarde, en algunos documentos
encontramos nombres de sederos que viven en Monforte.
En 1625, el 29 de julio, existe una obligación de
Gaspar del Castillo, maestro del arte de la seda,
por la que él y su mujer se obligaban a pagar al
conde de Lemos, don Francisco Ruiz de Castro, y a la
condesa doña Catalina de la Cerda y Sandoval, la
cantidad de doscientos cincuenta ducados en el
término de tres años que les habían prestado para
sustentar el «trato y fabrica de la sseda y por le
hacer merced y buena obra».
El 25 de enero de 1626, Gaspar de Berveran, tintorero, se obliga a pagar a los dichos conde y condesa viuda, sesenta ducados, «los quales le dieron prestados por hacerle merced y buena obra y que pudiese conservarse en su ofizio de Tintorero y tenerlo en pie». Cierta relevancia No dudamos que la industria sedera tuvo cierta relevancia en Monforte, aunque no sabemos cuanto tiempo se mantuvo. Sabemos que existía la calle Sederos (parte estrecha de la calle del Cardenal hasta la actual plaza de España) y la de Tecelanes, que todavía perdura con este nombre. La documentación a que hacemos referencia se encuentra en el archivo de las Madres Clarisas en Monforte de Lemos.
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