Son
las ocho y media de la mañana. Todavía
demasiado temprano para ser de día. Sin
embargo, el equipo de Protección Civil ya
está preparado para empezar una nueva
jornada de trabajo. Los voluntarios
desempeñan una labor social básicamente
humanitaria que tiene como objeto la
"ayuda y apoyo al peregrino''.
Dedican su tiempo vacacional a mejorar las
condiciones del Camino.
Manuel
Martínez Ruiz, Juan Marcos Montero Otero
y Manuel González Garca están de
servicio desde primera hora de la mañana.
Deben estar despiertos antes de que los
peregrinos más madrugadores retomen su
andadura hacia la ciudad compostelana. Guías,
planos, botiquín... Todo tiene que estar
listo cuanto antes para iniciar el
socorrido encuentro con los caminantes.
Actúan en el último tramo del Camino
Francés. La acción altruísta de los
voluntarios está sujeta a un espacio físico
determinado. Esta limitación geográfica
impide el acceso a ayuntamientos y
albergues que no se encuentran dentro del
término municipal de Santiago.
Así,
una vez ultimados los detalles y después
de haber efectuado la rigurosa llamada al
112 con la que se da por iniciado el
trabajo, Protección Civil se dirige al
auxilio de cientos de peregrinos en su última
etapa. Se trata de la fase más corta, no
más de diez kilómetros, perfilada justo
antes de poder divisar con gozo las torres
de la Catedral.
Respeto
a la antigua Ruta
En este tramo, en el que los peregrinos
todavía no se libran de los toboganes
gallegos, los bosques de eucaliptos
siembran el paisaje. Aunque han tenido que
hacerse andaderos paralelos a las
carreteras "parece que se ha
respetado al máximo el trazado
original'', asegura uno de los
voluntarios. "Lo normal es caminar
por sendas rodeadas de árboles
centenarios que causan el asombro de los
caminantes''. Una de las principales
preocupaciones de los miembros del equipo
es comprobar las perfectas condiciones del
Camino. Cerciorarse de que los indicadores
de las fuentes de agua no potable están
bien colocados, revisar la correcta señalización
de los tramos y las condiciones higiénicas
o prever posibles incidencias.
Después
de supervisar la zona, utilizando como
medio una de las furgonetas de uso
oficial, el equipo de ayuda al peregrino
decide parar en un cruce de caminos para
brindar una ayuda más directa a los que
se acerquen de frente en dirección
Santiago. Sin entorpecer el vial, los
voluntarios se dirigen a los caminantes
con gratuita servicialidad, con la intención
de ofrecer todas las prestaciones
necesarias.
El
personal de voluntariado desenvuelve una
labor de gran embergadura en el terreno de
la información y el asesoramiento directo
a los interesados. A través de planos y
guías bastante completos la atención al
peregrino es mucho más personalizada y
responde a necesidades específicas de
ubicación y hospedaje.
Además
son abordadas también las posibles
deficiencias momentáneas del viajero.
Diariamente Protección Civil llega con
litros y litros de agua para saciar la sed
de los caminantes que pasan por el lugar
donde están estacionados. El equipo de
apoyo tiene además la obligación de
acudir en caso de lesión leve con el
tratamiento y los cuidados pertinentes
haciendo uso, si es conveniente, del
material básico de primeros auxilios. Sin
embargo, situaciones excepcionales
requieren solicitar la colaboración del
servicio de emergencias del 112.
Manuel
Martínez Ruiz asegura que el trabajo como
voluntario es "muy gratificante''
porque los resultados surgen directamente
del propio feedback con los
peregrinos. Estos manifiestan reacciones
de júbilo y de confianza cuando a su paso
les salen al encuentro a los miembros de
Protección Civil.
Manuel
Martínez Ruiz añade también que
"los voluntarios del Camino son para
muchos verdaderos embajadores de
Santiago'' porque suponen el primer
contacto real con la ciudad a la que
aspiran sus pasos desde el comienzo de su
andadura.