LA PLAZA DEL CARBÓN .
Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, la actualmente conocida, de manera popular, como plazuela de las MM Clarisas, se le conocía, asimismo, de forma popular, como Plaza del Carbón. Incluso se menciona como tal en documentos oficiales. Ello se debía a que, sobre todo, en los días que se celebraba mercado, tanto en la actual Praza do Doctor Goianes, como en el Campo de S. Antonio, los traficantes de carbón y los borricos que portaban el mencionado material se estacionaban en dicha plazuela. El lugar era muy concurrido y, según las crónicas oficiales y populares de la época, presentaba un estado pésimo, siendo objeto de denuncias, en muchas ocasiones, oficiales, ante los munícipes, con el fin de que tomaran alguna medida para remediar la situación. Un documento del año 1931, guardado en el Archivo Histórico Municipal, dice:
“El que suscribe, vecino de la calle de Santa Clara respectivamente, ante el Sr. Alcalde y digna Corporación, expone: Que la llamada Plaza del Carbón que está en la desembocadura del puente viejo, sitio concurrido y de aspecto lastimosos en los días de mercado por lo mal traídos de los traficantes del carbón y los pésimos borricos que lo acarrean, sujetos a los árboles de la plaza con perjuicio de éstos y de los transeúntes por todo lo que, Suplica: la urbanización de la plaza con un jardín retirando de ella el carbón y los borricos(…)”
Hemos hablado, charlado con octogenarios y nonagenarios de la zona, y recuerdan, perfectamente, la imagen que nos describe el documento anterior, aunque, sin ningún tipo de duda, es mucho más bonito el relato vivo de estas ancianas personas de Monforte, que con agrado e ilusión, detallan como era toda aquella situación, dejándonos ver, eso sí, una cierta nostalgia de aquellos tiempos pasados.
LA PLAZA DEL PULPO.
La tradición de degustar pulpo, sobre todo, en romerías, fiestas populares, en la feria, en los puestos los domingos, etc., es bien conocida. En la romería de Santa Eufemia en Ribasaltas, lo típico era comer las empanadas de “papuxas” o pájaras y, también, las de pulpo. Durante las primeras décadas del siglo XX, era tradición que muchas de las personas que asistían al mercado ganadero que se celebraba en la explanada del Campo de la Compañía, comprobaran “in situ” el espléndido manjar que constituía –y constituye- la degustación de pulpo. En el año 1931, se instruyó un expediente con motivo de la construcción de la Plaza del Pulpo, firmado con posterioridad al comienzo de las obras, en el que se decía:
“Estando verificándose obras en una plazuela próxima al puente Fontecha, denominada Plaza del Pulpo (…) En los días de feria que en este ayuntamiento se celebran, dada la importancia y frecuencia de los mismos merece tomarse en consideración a las vendedoras de pulpo que en estos días constituyen un elemento indispensable e importantísimo de dichas ferias por ser el pulpo el alimento típico y casi obligado de los feriantes que a ella concurren (…) por esta circunstancia es lamentable la forma y las condiciones en que este mercado se celebra ya que están obligados a hacerlo a la intemperie y sin otra protección para las lluvias torrenciales que durante la mayor parte del otoño caen en esta región, que un simple toldo que a todas luces resulta insuficiente. Pero no sólo es este el inconveniente que tiene el mercado. La condición de este alimento, requiere una serie de operaciones durante las cuales se producen fuertes olores desagradables que se extienden por todo el espacio en que la feria se celebra, siendo necesario un verdadero sacrificio el permanecer en ella en estas condiciones. ”
El alcalde de Monforte, Juan Tizón Herreros, tuvo especial atención sobre este tema y adecentó dicha plaza del pulpo.
Sin embargo, pasados los años, los puestos de las pulperías desaparecieron, pero no así su recuerdo, que sigue vivo.
“A PULPEIRA DE MONFORTE" poema de José Ibañez Fernández
“Sempre anda ridente sempre bulideira, graciosa coa xente vai de feira en feira, é a volvoretiña que bule voando como unha anduriña, vai de povo en povo surrindo ou cantando.
de Monforte a Lugo, Chantada, Ferreira, Sober ou Ourense, e povos de beira, sempre vai a moza ca sua legría, no vran ou no inverno, de noite ou de día.
E cando camiña co paso miudiño, vaise deleitando movendo o corpiño.
Que chova ou que neve ou caia xiada, ela sempre vende a mellor tallada, na destra a tesoura, o pulpo na outra, riba de caldeira berra sempre afouta: teño o mellor pulpo con sal e aceite, mozo, toma a proba ¡que ché como o leite!
E cando recolle ao fin do trafégo, desfeita da loita que ten sen sosego, volta a sua casiña cansa, esmendrellada, toda molladiña, case esborrallada.
A coitada é boa, é como manteiga, pero se hai persoa que se meta co ela, ha de ter coidado ¡porque ten un callo! que deixa a un barado votando carballos.
E si alguen a aldraxa c’unha apalpadela, leva desventaxa que é unha taravela.
En troque o que a entenda sabendo levala, e como unha ovella, mansa hastra na fala.
Se ten un mal xenio, ten tamen ledicia, que ao fin é unha mártir da eterna inxusticia.
Erguese de noite para sair voando, volta a bocanoite, sempre trasegando, e cando ao lar chega despois da xornada, nunca s’arrenega d’andar eslombada.
Un día baixando un coche ateigado de xente feireante que viña lanzado de Sober en feira pol-a estrada abaixo, volcou en Vilela quedando debaixo uns probes coitados que sempre loitando, expoñen a vida ao andar trafegando.
Mortos dous feireantes e vinte feridos, e alí foi a moza ceivando xemidos; lixada co sangue quedou case espida curando feridos hasta a amanescida,
Despois no mosteiro ao fondo da irexa no cume do outeiro axionllada reza, aló en San Vicente ou Santo Domingo, cando non hai xente que a vexan xemindo, e chora a coitada e chora a probiña, que ten limpa a i-alma porque é unha santiña.
Logo volta á loita sempre churrusqueira e sempre contenta d’unha noutra feira.
Os Mozos parolan co esta borboleta pidindolle amores e-hastra algunha aperta, porque é tan lixeira, tan tenra e bunita e tan bulideira, que as veces dan gañas de ser torveliño para votarse a ela e darlle un biquiño.” felipe aira pardo |