Es bien sabido que durante la guerra civil en nuestro Valle se pasaron muchas vicisitudes y muchas personas perdieron la vida, eso además de las vejaciones a que eran sometidos algunos presos y sobre todo presas, cuando por ejemplo les hacían dar el paseo por el centro del pueblo, pero antes les habían dado un fuerte purgante para que durante el paseo se fuesen haciendo sus necesidades sobre si mismas.
Hubo caso de presos que aparecían en caminos con un tiro en la cabeza, o también del lado opuesto, algunos casos de escapados que masacraron alguna familia. Las guerras son terribles en todos los sentidos, pero está bien conservar la memoria de los hechos.
Casos de estos me contaron a montones y muchos los tengo recogidos y otros los tengo en mi memoria y a veces al pensar en ellos se me encoge el corazón de los que sufrimientos que les tocó vivir en aquellos tiempos. Recuerdo casos en que personas que estaban escondidas en sus casas (escapados) alguna vez que fueran a buscarlo para detenerlo, para burlar a la guardia civil lo pusieron dentro de un cesto en un carro y luego llenaron el carro de estiércol y de esta forma salieron pasando por delante de la guardia civil. Mi abuelo cogiera su escopeta y se marchaba a pelear a Lugo contra los que se habían levantado, antes de llegar a Ribasaltas dio la vuelta porque dejaba 4 hijos pequeños en casa solos, luego un vecino que había visto donde enterraba la escopeta lo denunció y lo prendieron delante de sus hijos y le hicieron ir a desenterrar la escopeta y se la llevaron, estuvo preso a espera de ser fusilado, la hermana de mi abuelo Lola Otero trabajaba para el Figueiras que tenía una hija que le llamaban «Trinita» y le pidió por mi abuelo para que no lo fusilasen y ella intercedió por él y lo soltaron, por este hecho fue expulsado de la Renfe al igual que otros muchos y fueron readmitidos mas adelante…(esto me lo contaba mi madre María Otero) De estos casos los hay a montones y no se deberían olvidar.
Este pequeño artículo es un homenaje a mi abuelo Manuel Otero y a su compadre Enrique de Castro que vivía al otro lado del rio Cabe en As Barrioncas y en la guerra y en la postguerra cada vez que llegaba un periódico a sus manos en una barca cruzaban el río Cabe a la altura de la presa de Vilanova y unas veces en una casa y otras en la otra se reunían leían y comentaban las últimas de la guerra y de la dictadura. Alguno de sus hijos aun lo comentan estos días conmigo y me decían que siempre terminaban por decir que el final de la dictadura estaba próximo (no sabían que duraría 40 años). La barca la tenían en un lugar en el que hubo un bar y muy próxima estuvo la casa de los padres de mi abuela Gloria (la casa de la tía Mariiña del Caamaño), esta casa en la crecida del 1909 fue totalmente destruida y solo quedó en pie el rellano de la escalera en la que se refugiaron los 6 miembros de la familia, los fueron sacando con una barca y atándose con cuerdas para que no los llevase la corriente.