Hace unos años era normal el ver todas las montañas que rodean el Valle de Lemos de un color amarillento, era enormes sembrados de trigo y centeno. A partir de los años 1960 estos sembrados dejaron de hacerse y solo se utilizaban tierras de labor mas fáciles de trabajar.
Por esos años eran típicas las cuadrillas de segadores que traían las mejores 8 segadores y un malloral, además venían tres mujeres que se encargaban de atar los «mollos», siempre había algún segador más rápido que cuando hacía su surco ayudaba a atar.
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Para segar no se podía hacer por la fresca, era preciso hacerlo cuando ya no había humedad en la paja y había que parar cuando empezaba a rociar. Esto hacía que estos hombres (a mi me parecían sobre humanos) pasaban mucho calor y en cada vuelta consumían un botijo de agua. Al finalizar se hacía la «meda» agrupación de los mazos «mollos» de forma que si llovía no les entrase agua. Al día siguiente se llevaba en carros para casa, era difícil el cargar el carro porque la paja si estaba mal cargado resbalaba y se deshacía. Tampoco se podía cargar mucho porque era fácil que diese la vuelta al pesar tan poco la paja. En casa se volvía hacer otro pajar pero este era mayor porque se ponía toda la paja de las fincas, al que lo hacía se le llamaba «palleireiro».
La «malla» maja era una fiesta porque se reunía todo el pueblo al ser un trabajo comunitario, de forma que todos iban a trabajar a todos y en cada casa era obligado el comer algo, normalmente se hacían «patacas gobernadas», eran patatas cocidas con pimientos y un rustrido con algo de panceta, se colocaba en una fuente y esta se iba pasando de unos a otros y no podía faltar el vino o la cerveza y por supuesto el botijo de agua estaba presente para quien quisiera beber.
En un principio se hacía la maja con unos palos articulados «mallos» había 3 «malladores» a un lado y otros tres en el otro e iban golpeando alternativamente las espigas, a veces para hacerle una broma a algún «mallador» solia ser un joven, se hacía un pequeño agujero debajo de las espigas y al golpear lo hacía en falso y no soltaban el grano, con lo que era el último de terminar su parte y los demás se burlaban de él.
Vinieron las máquinas de «mallar» que consistían en un motor y a unos 20 metros estaba la «malladora», estaban unidas por una polea que unía la rueda del motor con el cilindro de la máquina. Aquí había reparto del trabajo, asi había los que metían la paja, los que llevaban la paja al pajar, los que limpiaban la paja que iba cayendo y luego estaba otra máquina que se ocupaba de limpiar el grano. Había un hombre que hacía mover las aspas de la máquina y el aire eliminaba los trozos de paja del grano.
Todo el grano se metía en arcas o «trobos» que eran unos recipientes levantados del suelo cilíndricos.
En el Valle de Lemos hubo muchos molinos y todos tenían trabajo, había que llevar el grano a estos lugares donde la fuerza del agua movía una gran piedra que iba moliendo el grano, este tenía la cubierta y la harina que caían en lugares separados, a la cubierta se le llamaba «relón y farelo» y la harina según estuviese de limpia la había de primera y de segunda.
El siguiente proceso era preparar la harina para hacer el pan. En una arca se colocaba la harina y se le echaba agua en el centro, se mezclaba y a la mezcla se le añadía sal y masa madre «formento». Cuando estaba bien ligada se tapaba y se dejaba fermentar «levedar», esto le podía llevar de 1.30 a 2 horas dependiendo de la temperatura del lugar. Se preparaba los panes y la empanada y se llevaban al horno que previamente hubo que calentar lo suficiente para que cociese y no quemase (se notaba cuando las piedras o ladrillos que lo recubrían se volvían blancas con el calor) luego se limpiaba y se metía el pan y las empanadas, el pan podía esta una hora y media y las empanadas sobre una hora. El horno se calentaba y se avisaba al pueblo porque una vez salido la hornada los vecinos podían aprovechar el calor residual para cocer su pan y/o empanada. Este pan se colocaba en la bodega ( un lugar fresco) y duraba cerca de un mes hasta que se volvía a cocer.